Viruela.
La viruela fue una enfermedad infecciosa grave, contagiosa, causada por el Variola virus, que en algunos casos podía provocar la muerte. No hubo nunca tratamiento especial para la viruela y las únicas formas de prevención eran la inoculación o la vacunación. La viruela se convirtió en el siglo XVIII y hasta comienzos del siglo XIX en una de las principales causas de mortalidad, sobre todo en la infancia, quizá debido al aumento de densidad de población, que favorecía los mecanismos de contagio. Por otro lado, el carácter poco explosivo de los brotes y su carácter casi constante e inevitable hacía que no se tomaran medidas contra ella, al contrario de lo que sucedía con otras enfermedades epidémicas.
Inoculación.
La variolización o inoculación de la viruela, es una técnica que consistía en hacer una incisión en la piel del individuo y ponerle el polvo de las costras de viruela, luego se cerraba la incisión y se dejaba a la persona aislada de las demás hasta que la enfermedad le atacara de manera leve, hasta lograr su recuperación.
Esta técnica fue practicada originariamente en China y la India. En la India, los niños eran vestidos con las ropas de los enfermos de viruela que estaban impregnadas de las materias contenidas en las pústulas variolosas.
Muchas vidas pudieron conservarse gracias a la inoculación. No obstante, la práctica presentaba serios peligros, pues la viruela existía y reaparecía; la inoculación aunque extendida, no era general, y, por ende, no cubría la totalidad de la población y como riesgos importantes podemos señalar el hecho de que, en ocasiones, las personas varioladas enfermaban gravemente de viruela, pues el producto inoculado era pus extraído de una pústula reciente y además era factible la transmisión de otras enfermedades durante la inoculación al ser el acto de hombre a hombre.
Inoculación en Soria.
Tenemos noticia de las inoculaciones en la provincia de Soria a través de la Sociedad Económica Numantina de Amigos del País. El doctor Manuel Monforte, titular de Vinuesa, envía una relación y certificación a la Sociedad Económica en la que detalla cómo ha tratado entre el 5 de Febrero de 1774 y el 23 de Noviembre de 1776, a 220 personas de todas las aldeas de su partido de ambos sexos e inoculados contra la viruela.
Vacunación.
El genial hallazgo de Jenner supuso el paso definitivo en la prevención de la viruela, siendo considerado, con razón, como la principal hazaña del mundo ilustrado. Su difusión acabó con las dudas y polémicas que entre los médicos y en la opinión pública se suscitó sobre la utilidad de la inoculación, aunque sin esta última, no puede entenderse el descubrimiento ni el rápido éxito de la nueva técnica.
El interés por esta nueva técnica desbordó el marco estrictamente médico, interesando a la población en general, pero especialmente a las élites ilustradas y a los responsables de gobierno. No es extraño este interés, ya que coincidía con el optimismo ilustrado en el hombre y en sus posibilidades racionales de dominio de la naturaleza y coincidía con sus ideales filantrópicos. Por primera vez se intuye la posibilidad de prevenir una enfermedad hasta hacerla desaparecer.
Era sabido que las lecheras eran generalmente inmunes a la viruela, Jenner postuló que el contacto de las lecheras durante el ordeño con el pus de las ampollas de las vacas (conteniendo el virus de la viruela bovina, una enfermedad similar a la viruela, pero mucho menos virulenta) las protegía de la viruela.
La técnica consistía en inyectar en la piel no el líquido de una lesión de un enfermo de viruela humana como en la "variolización" sino el líquido (o "linfa") de la vesícula provocada por la inyección de una lesión de viruela vacuna. Una vez "vacunada" (empezó a utilizarse la palabra) una persona, se extraía "linfa" de la vesícula provocada por la "vacunación" para vacunar a otra persona. De esta forma fue transmitiéndose "brazo a brazo" una medida eficazmente protectora frente a la terrible enfermedad de la viruela.
El método desarrollado por Edward Jenner para prevenir la viruela en 1798 se difundió con extraordinaria rapidez por Europa. Las primeras vacunaciones en diciembre de 1800 marcan en España el inicio de una práctica que fue promovida por la iniciativa particular de médicos y cirujanos en distintos núcleos del país. Ignacio María Ruiz de Luzuriaga, secretario de la Real Academia de Medicina de Madrid, fue una figura central en la propagación del método al establecer una red espontánea de corresponsales a los que remitía vacuna e información sobre cómo utilizarla. Mantenía no solo relación con otros facultativos, sino también con miembros de la nobleza y burguesía peninsular que contribuyeron a impulsar la práctica.
Vacunación en Soria.
Francisco González de Castejón, Marqués de Vadillo, interesado incialmente por preservar de la viruela a su hija, junto al médico Josef Ubis propagó la vacuna en la provincia de Soria y algunas localidades de Navarra entre los meses de agosto y diciembre de 1801.

El Marqués de Vadillo en una carta fechada el 4 de agosto de 1801 expresaba su temor ante la presencia de casos de viruela en la provincia de Soria. Escribe a su prima María Soledad Rodríguez de los Ríos y Lasso de la Vega, Marquesa de Santiago, solicitándole le haga llegar el nuevo remedio que recorre Europa, demostrando estar al corriente de los progresos de la ciencia. Ha leído que en Puigcerdá el médico Francisco Piguillem había vacunado en diciembre de 1800 a los primeros niños españoles; sabe también que en abril de 1801 Ignacio de Jáuregui, médico del Real Sitio de Aranjuez, y un mes más tarde Ignacio María Ruiz de Luzuriaga, ya vacunaban en la capital del reino. Este último a través de una red de corresponsales facilitaba la linfa vacuna con instrucciones para su empleo, solicitando a cambio información sobre los resultados derivados de estas operaciones.
La notoriedad de Luzuriaga como adalid de la vacunación propició que la Marquesa de Santiago recurriera a él para despejar las inquietudes de su primo, haciéndole llegar su escrito. De esta manera, González de Castejón, apenas 3 meses después de practicar Luzuriaga sus primeras vacunaciones en Madrid, pasó a ser un nuevo corresponsal en la red que iba tejiendo el académico.
Seis cartas redactadas por los marqueses de Vadillo, más tres del médico titular de Soria, José Ubis, dirigidas a Luzuriaga, que se conservan en la Real Academia de Medicina, dan fe de la comunicación establecida. Datadas entre el 15 de Agosto y el 3 de Diciembre de 1801, permiten relatar las circunstancias que facilitaron las primeras vacunaciones en la provincia de Soria.
El Marqués de Vadillo expresa en sus cartas algunas preocupaciones “si el Pus podrá tener alguna alteración por la mudanza del clima. Si sería más ventajoso llevar a mi hija a esa Corte, o si convendría más inocular a otra criatura con el Pus que viene, y de ella a su tiempo inocular a mi hija con el Pus fresco. Si el sitio donde se trace la incisión es el mismo que para las otras viruelas”, refiriéndose en este caso a la técnica de la variolización.
El Marqués de Vadillo decide aislar a su hija en una aldea cercana “pues hay una o dos criaturas con viruelas en este pueblo”. Luzuriaga remitió 2 primeros cristales con pus vacuno y se vacunó a una hija de un médico.
Se vacunó la niña y otros tres con éxito. El marqués conservó la vacuna y la propagó en su entorno. “he puesto niños vacunados en los tres lugares grandes de esta tierra y en Soria nueve.”
La mayor parte de la información sobre los progresos de las vacunaciones es aportada por Josef Ubis, médico titular de Soria que debía el cargo a “mi señor el Marqués de Vadillo”. Este facultativo tomó el relevo en las comunicaciones con Luzuriaga.
En la primera carta del médico comunica “en esta Ciudad se han vacunado más de doscientos a lo que seguirán a imitación del dicho Señor Marqués como primer móvil, a más de la continuación de su mucho celo, y en tanto grado, que no solo en la Ciudad, sino el pus lo ha propagado en todas las inmediaciones y fuera de ellas […]. Los pueblos a donde se ha remitido vacuno, a más de los que contiene esta serranía son los siguientes, Pamplona, Berlanga, Santa Cecilia y Tudela”.

Ubis asocia a la sencillez de la técnica, el éxito de la difusión, concluyendo en el mismo escrito que está tan propagada la vacuna y también admitida que en dos casas de campo de dicho Señor Marqués, los padres han inoculado a sus hijos sin más instrumento que una simple aguja de su mujer, por cuya causa no me queda duda que al discurso de poco tiempo no habrá a quien vacunar en este País. Ambas partes confluían en un interés general, la necesidad de prodigar las vacunaciones, amparados en argumentos filantrópicos referidos al bien de la humanidad y aludiendo a la modernidad y beneficios que reportaría el aumento de una población sana para las naciones.
Las inquietudes de esta familia por preservar a su descendencia contra la viruela dieron lugar a las primeras vacunaciones en tierras sorianas, un proceso que guarda similitud con otros ocurridos en distintos lugares del país en los albores de la vacunación.
[1]Los “Papeles sobre la vacuna” (1801-1802). Destaca el número de cartas dirigidas a la provincia de Soria (11) debidas como hemos visto, a la correspondencia del Doctor Ruiz de Luzuriaga con Marqués de Vadillo y Josef Ubis.
[1] [1]Los “Papeles sobre la vacuna” (1801-1802). Destaca el número de cartas dirigidas a la provincia de Soria (11) debidas como hemos visto, a la correspondencia del Doctor Ruiz de Luzuriaga con Marqués de Vadillo y Josef Ubis.
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