Saltar la navegación

Transición al siglo XIX.

 

En la  indumentaria de mujer en la que se produce el cambio más radical. Ahora se llevará el denominado “vestido camisa” que presenta una silueta vertical como una columna en la que los pliegues serían las aristas, y emula a las estatuas clásicas. Este vestido, confeccionado con finas telas blancas de muselina, tiene el talle alto y no lleva artilugios interiores, lo que aporta sencillez y libertad de movimientos.  

La finura de estos tejidos determina el uso como prenda de abrigo “jubones” muy cortos-denominados Spencer en el resto de Europa, y chales muy estrechos. Los zapatos son planos y el pelo, corto rizado o recogido en moño con guedejas, imitando a las mujeres clásicas. 

La vestimenta del Hombre, aunque en la corte los trajes todavía fueran de seda bordados, para la vida diaria se prefieren cada vez más sencillos, siguiendo la simplicidad y la funcionalidad inglesa, con el colorido monocromo y oscuro y los tejidos mas sobrios y de algodón o lana, en lugar de seda. 

La “casaca” que se va haciendo cada vez más estrecha en cuerpo y mangas mientras que su cuello continua subiendo, va perdiendo protagonismo frente al frac, prenda que aparece en la segunda mitad del siglo XVIII; y la “chupa”, frente al chaleco, única prenda en la que se permite la decoración, que ya no lleva mangas, es recto y llega a la altura de la cintura. Al mismo tiempo el calzón va siendo sustituido por un pantalón, en principio de punto muy ceñido y metido en botas altas.

Obra publicada con Licencia Creative Commons Reconocimiento No comercial 4.0